
La fiesta sería una sorpresa, en la residencia de unas de sus compañeras de clases pero su novio José Rafael Colón, de 17 años, en pocos segundos cambió el rumbo, y en vez de abrazos, pitos y manjar, Karamis recibió, el sábado por la noche, una puñalada en su costado izquierdo que le perforó el pulmón y le arrancó la vida casi de inmediato, y este domingo su ataúd estaba en silencio ataviado solo con lágrimas, flores y rezos de despedida.
En la salita de su humilde residencia, ubicada en la calle Passicá del Barrio Roque, a su madre, la profesora Elsa Ovalles, se le agotaba el llanto, pero su dolor era mayor porque le agobiaba la impotencia, pues la burocracia en el Tribunal de Menores y el protocolo a la hora del almuerzo pudo más que la sensatez de la fiscal de su mismo género, Miledys Vargas, quien no pudo prestarle las atenciones de lugar en ese momento porque el almuerzo le esperaba y prefirió postergar el encuentro para la mañana de hoy, pero ya no hubo tiempo. Los restos de Karamis Rodríguez fueron sepultados ayer a las 4:00 de la tarde en el cementerio municipal de esa ciudad