En la provincia China de Dongyang, al llegar la primavera el aroma de un plato típico comienza a esparcirse por el aire. Los cocineros recolectan litros de orina de niños vírgenes, agregan cientos de huevos cocinan la mezcla.
Como si esto fuera poco, cuando están a punto de reventar, los sacan, les quitan la cascara y los vuelven a poner en la orina para que se concentre el sabor. Al parecer, los habitantes de Dongyang les encanta: “Es tan delicioso que me puedo comer 10 huevos al día”, afirma una mujer que se mudó a Dongyang hace varios años.