Malvina, enfermera de una clínica en la uzbeca capital, Tashkent, está enojada.
"Tengo casi 50 años y sufro de asma. Tuvimos que recoger un montón de algodón, todo a mano, ¡y no nos pagaron nada!"
Acaba de volver del campo, donde trabajó durante 15 días junto a otros profesionales de la salud.
Es trabajo duro, y nadie pudo librarse, sin importar la edad.
"Algunas personas llamaban al cirujano que estaba con nosotros en la cosecha y le decían: 'Tú me operaste la semana pasada, y tengo fiebre, ¿qué debo hacer?'", cuenta Malvina.
Todos al algodón
Uzbekistán es uno de los principales productores algodoneros del mundo y su cosecha es el pilar principal de su economía.
El gobierno controla la producción y hace cumplir las cuotas de cosecha.
Un historial de trabajo forzado e infantil llevó a marcas internacionales de ropa como H&M, Adidas o Marks and Spencer a boicotear el algodón uzbeco.
En respuesta, el primer ministro Shavat Mirziyayev prohibió este año por decreto que los niños trabajen los campos de algodón.
Pero muchos adultos, entre ellos maestros, limpiadores y personal sanitario, todavía son forzados a trabajar conseuchando durante los meses de octubre y noviembre.
Según reportes, algunos pacientes no pudieron ser atendidos porque su médico se encontraba "en el algodón".
Malvina, quien prefirió no dar su verdadero nombre, le dijo a la BBC que desde el año pasado las autoridades de la provincia de Tashkent pidieron a cada distrito que contribuyera con 330 miembros del personal sanitario.